IV DOMINGO de QUARESMA / C / 2022

La Palabra d Dios

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Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista

Lectura espiritual

Abandonar las preocupaciones (1)

La naturaleza no sana

No estéis preocupados por vuestra vida pensando qué vais a comer ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de preocuparse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os preocupáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis preocupados pensando en qué vais a comer, o que vais a beber, o con qué os vais a vestir. LOS PAGANOS SE AFANAN POR ESAS COSAS. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. (Mt 6,25-34)

Esa tendencia que tienen muchas personas supuestamente religiosas a lo insólito y llamativo es muy poco evangélica. Reacio al relumbrón de lo milagroso, y ante un auditorio que le pedía signos a toda hora, Jesús recorría más bien a lo que tenía más a mano. Ésta es una de sus principales características como orador: inspirarse en lo que constituía la vida cotidiana de los quienes le rodeaban, como por ejemplo las aves del cielo y los lirios del campo. Jesús es maestro porque enseña a ver lo extraordinario de lo ordinario, no porque haga las cosas raras o difíciles.

Sus palabras llaman la atención de muchos porque nunca hablaba para impresionar -como la mayor parte de los llamados maestros de este mundo-, sino para despertar. Para alimentar por dentro a quienes le escuchaban. Para compartir la dicha de estar vivos. Y a lo que hay que despertar es, precisamente, al lirio, al pájaro, a la nube, es decir, a lo que hay.

La principal dificultad para ver la nube, el pájaro o el lirio es sin duda la preocupación. Nuestra mente suele estar tan llena de toda clase de preocupaciones que difícilmente podemos hacernos cargo de lo que hay fuera de ellas. Esto ha provocado que disfrutar sea hoy lo más difícil del mundo. Disfrutar se ha convertido en un estado de excepción. Pocos son los que disfrutan de verdad, sin reservas, entregados al deleite y olvidados de todo lo demás. Tendemos más bien a mendigar el disfrute, como si no fuera sobreabundante. O a racionarlo y acumularlo, como si no hubiera ocasiones sobradas para gozarlo. Tendemos a buscarlo ávidamente, despreciando el que se nos brinda. O a analizarlo desde todas las perspectivas posibles, en lugar de sumergirnos en él. Nuestra relación con el disfrute (en particular entre cristianos) es tan patética como paradójica. Y la culpa de todo la tienen las preocupaciones, de las que no es posible sacar nada bueno. Nada, ninguna preocupación tien nada de bueno. Es increíble hasta qué punto podemos dejarnos atrapar por ellas cuando todo lo que nos ofrecen es claramente nocivo. No se puede seguir a Jesús y estar preocupado por las cosas mundanas, sencillamente es incompatible.

Además de impedir el disfrute de los sencillos placeres de la vida (y todos los verdaderos placeres son sencillos, no sofisticados), las preocupaciones impiden trabajar. Porque la preocupación nos centra obsesivamente en nosotros mismos, alejándonos de los demás, y nos orienta por necesidad al futuro, sacándonos del presente (y estar en lo que estás es la condición básica para que un trabajo sea eficaz).

La preocupación (al igual que la borrachera, aunque extrañe la comparación) también embota el corazón e impide pensar. Jesús mismo lo advierte: poned atención que no se os embote la mente con el vicio, la embriaguez o las preocupaciones de la vida, de modo que os sorprenda de repente aquel día (Lc 21,34). Las preocupaciones -así me gusta definirlas- son los pensamientos oscuros. Quien vive muy preocupado es sólo porque quiere controlarlo todo. Porque no acepta que la vida sea sie,pre inesperada e incierta. Quien vive despreocupado, en cambio, ha comprendido que todo puede cambiar (¡y de hecho cambia!) a cada rato. Ha dejado de pelearse con la vida buscando ajustarla a lo que él cree que debería ser. Quienes tienen preocupaciones muestran con sus preocupaciones que se creen más listos que la vida, a la que siempre quieren enmendarle la plana. Por eso, sólo los sencillos viven sin preocupaciones.

Pablo d’Ors, Biografía de la luz