IV DOMINGO de Pascua / C / 2022

La Palabra de Dios

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Leer la Hoja Dominical

 

Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.

 

Lectura Espiritual

NO RESISTIR AL MAL

Descubrir en la propia herida la herida del mundo.

Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser arrojado entero al horno. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtala y tírala. Más te vale perder un miembro que acabar entero en el horno. […] Habéis oído que se dijo: ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo: No os resistáis al mal. Antes bien, si uno te abofetea en la mejilla derecha, ofrécele la izquierda. Al que quiere ponerte pleito para quitarte la túnica, déjale también el manto. […] Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: AMAD A VUESTROS ENEMIGOS, REZAD POR LOS QUE OS PERSIGUEN. Así seréis hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos. (Mt 5,29-30; 38-45)

Estimamos la discriminación como normal y, en consecuencia, nos parece lógico luchar contra lo malo y lo injusto (la literatura cristiana está llena de exhortaciones a vencer el Maligno). Pero esto no es en absoluto lo que dice Jesús. Él llegó a afirmar lo contrario: no resistáis al mal. Practicad la no-violencia. Permitid que el mal haga su recorrido. No lo abortéis, que se deshinche por si solo, no lo azucéis. No le presentéis combate, pues es así como el mal crece. Limítate más bien a observarlo, ofrécele la otra mejilla para que se quede desconcertado. Para que vea que no va a ninguna parte. Para que se canse de no ir a ninguna parte. Todavía más: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen (Mt 5,44). Ama al malvado y se acabará el mal. Pero mientras se acaba, el sufrimiento debes padecerlo tú. El amor solo muestra su verdadero poder cuando se sufre por él. ¿Cómo podría mostrarlo si es -amor- de otro modo?

Ese consejo de Jesús es difícilmente comprensible, va contra el sentido común, contra la moral tradicional. Algo así sólo se entiende desde otro nivel de consciencia. Nuestra mente humana siempre pide guerra (ése es su estilo, no sabe vivir sin conflicto). La mente divina, en cambio, hace salir el sol sobre buenos y malos. Dios manda lluvia sobre justos e injustos, es decir, no discrimina, no separa: no trata mal a los malos (como nos parecería apropiado), sino bien a todos, sin excepción, con independencia de cualquier otra consideración. Al parecer, para Dios no es tan importante que seamos buenos o malos. Dios es in-diferente a todo eso, no hace diferencia. No hagas tú tampoco diferencias, no enjuicies y alcanzarás la paz, nos dice. A Él sólo le importa que somos personas. Para Él somos sus hijos más allá de nuestra respuesta a su paternidad.

Esta incondicionalidad de Dios no sólo nos resulta incomprensible, sino inaceptable. Nos cuesta comprender -y mucho más vivir- que el amor pueda ser completo y perfecto en sí mismo, sin necesidad de que reciba una contrapartida. Nos cuesta pensar en clave de uno, tendemos a la dualidad. Tienes problemas con la sombra porque crees que eso no eres tú. Amamos con condiciones y, si nos hacen daño, no sabemos amar. Un amor universal, en cambio, es aquél capaz de amarlo todo, también el mal. El mal deja de ser mal en la medida en que es amado. No te resistas al mal, disuélvelo en tu abrazo amoroso.

Pablo d’Ors, Biografía de la luz