II Domingo del tiempo ordinadrio / A / 2020

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Lectura Espiritual

¡Oh, qué buen Amigo hacéis, Señor mío!, exclamaba aquella que define la oración como trato de amistad. Es el gozo fascinante de la compañía de Jesús lo que le ha permitido a Teresa mover montañas, y le ha dado sentido a una vida de gran sacrificio. “Este cura -le decía a ella en una de sus manifestaciones- es la persona adecuada para ser uno de nuestros amigos”. Nosotros podríamos simplemente preguntarnos: ¿Soy también de ellos? ¿He abierto mi vida a su amistad? Podríamos, al cabo, preguntarnos sencillamente: Y yo, ¿cómo me llevo con Jesús?

Oración de amistad es sinónimo de oración de confianza. La clave de una perfecta amistad aparece cuando los amigos se dan a conocer hondamente, dejando de lado reservas, mostrándose tal como son. “Un amigo es una persona con la que se puede pensar en voz alta”, dijo con acierto Ralph Waldo Emerson. Por parte de Él, del Amigo, esto ha sido cumplido cabalmente: Les he dado a conocer todo cuanto oí de mi Padre. Y ese todo es absolutamente todo: los secretos del cielo y de la tierra, los misterios más recónditos del Ser de Dios. Ahora se trata de que nosotros aprendamos a escuchar esos hondísimos pliegues, y a permitirle que escuche los nuestros tal como están, en apertura confiada.

Benedicto XVI describe el trato de amistad al orar. Meditemos y practiquemos lo que señala:

Amistad significa comunión de pensamiento y de voluntad. En esta comunión de pensamiento con Jesús debemos ejercitarnos, como nos dice san Pablo en la carta a los Filipenses. Y esta comunión de pensamiento no es algo meramente intelectual, sino también una comunión de sentimientos y de voluntad, y por tanto también del obrar. Eso significa que debemos conocer a Jesús de un modo cada vez más personal, escuchándolo, viviendo con Él, estando con Él. Debemos escucharlo en la lectio divina, es decir, leyendo la Sagrada Escritura de un modo no académico, sino espiritual. Así aprendemos a encontrarnos con el Jesús presente que nos habla. Debemos razonar y reflexionar, delante de Él y con Él, en sus palabras y en su manera de actuar.

La oración es, pues, trato de amistad. Lo cual significa apertura de mundos, comunicación de interioridades, descanso en el otro. Y esto, de manera permanente. La definición teresiana concluye así: estando tratando a solas muchas veces con quien sabemos que nos ama. Tantas, que sean todas las veces, es decir, que ese estar tratando constituya un permanente mundo interior.

Oración de amistad es compromiso renovado cotidianamente. En ambos sentidos, aunque por parte de Él tenemos la certeza plena de su fidelidad: “Alabad por ello a Su Majestad -dice Teresa- y fiad de su bondad, que nunca faltó a sus amigos”. Pero la amistad, no lo olvidemos, es un compromiso, un unirnos al yugo de Cristo: “…llegar a ser amigo de Jesucristo… por esta amistad debemos comprometernos cada día de nuevo”.

Ricardo Sada; Consejos para la oración menta