Domingo de Ramos / A / 2020

Leer la Palabra de Dios

Leer la Hoja Dominical

 

 

 

Lectura Espiritual

No comprendemos el Amor singular de Dios porque no comprendemos lo infinito. Lo concebimos como algo muy grande, inconmensurable, pero nada más; no podemos entender cómo un Corazón infinito puede amar entregando a cada persona todo el Amor…

Pero es así: ¡todo el Corazón de Dios es mío, como todo el corazón de Dios es de cada uno de los que leen esto! Él nos ama así, con todo su Corazón, y no nos puede amar de otra manera: el amor que nos tuvo y nos tiene me espanta a mí y me desatina…

Podemos encontrar ese Amor en cada instante. Su Amor único e infinito por mí no cesa. Suave y sufrida, la Sabiduría del Amor es esencialmente activa.

El movimiento no es para ella un estado pasajero, sino permanente. Si el bien difusivo de sí mismo que es el Amor cesara un solo instante de derramarse, dejaría de ser Amor. El amor que se detiene se transforma en egoísmo. El amor que se nos comunica no puede detenerse, siente necesidad de remontarse hasta su origen y continuar por nuestra mediación su propio movimiento difusivo.

Al conquistarnos, la sabiduría del Amor nos hace entrar en la intimidad divina, al tiempo que nos lleva hacia su fin en la realización de sus designios de Amor.

La oración es, por tanto, un ejercicio de amor, ante todo de amor pasivo, de recepción del Amor. El amor de la criatura que desea corresponder al amor de Dios es apertura, y consiste en dejarse amar por Él. Cuando queremos corresponder a tanto Amor, sorprendidos ante la desproporción, terminamos por entregarnos plenamente al Amado.

 Dios no necesita de nosotros, lo que quiere es que nos dejemos amar por Él. A veces nos habita en el silencio, otras veces en la sorpresa, o en el fuego, o en el abandono. Dios es todo y la criatura desaparece. Cautivada por el Amor divino termina por abandonarse y dejarse amar. Es el deleite supremo del amor, cuando el alma se abandona en el Corazón de Dios. Igual que Teresa, el poeta español Pemán parece sentir lo mismo:

En este trueque de amor
no es mi falta
es tu abundancia
lo que me asusta, Señor.

No dudemos que, siendo fieles a una vida de oración intensa, alcanzaremos nosotros también a experimentarlo

Ricardo Sada; Consejos para la oración mental