Diumenge XXVI durant l’any / A / 2020

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Lectura Espiritu
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Asegura san Alfonso María de Ligorio que «entre todas las devociones, esta de adorar a Jesús Sacramentado es la primera, y después de los sacramentos, la más agradable a Dios y la más útil para nosotros». En su pequeño libro Visitas al Santísimo refleja el amor más puro al Sacramento, infunde un contagioso entusiasmo por la Presencia Real y asegura a sus lectores el dulce consuelo de los Sagrarios. Invita a hacer la experiencia, a probar personalmente cuán suave es el Señor:

«No tardes, oh alma devota, no tardes en comenzarla también ti… Gustate et videte, quan suavis est Dominus; experiméntalo y verás el gran aprovechamiento que sacarás. Ten por cierto que el tiempo que emplees con devoción delante de este divísimo Sacramento, será el tiempo que más te reportará en esta vida y más te consolará en tu muerte y en la eternidad».

El sabio insiste además que no hay tiempo mejor empleado, ni lugar donde puedan extraerse las más santas resoluciones, ni venero que mejor calme la sed…

«…y sabe que acaso ganarás más en un cuarto de hora de adoración en la presencia del Santísimo Sacramento, que en todos los demás ejercicios espirituales del día… Y ¿dónde mejor que a los pies del Santísimo Sacramento, las almas santas han tomado las más hermosas resoluciones?… ¡Oh, que delicioso es estarse delante de un altar, con fe y un poco de tierna devoción, para hablar familiarmente con Jesucristo, que allí está expresamente para acoger y escuchar a quien le ruega! ¿Para qué más palabras? Gustate et videte».

Todos los santos sin excepción se han revelado asiduos a la dulce práctica de las visitas eucarísticas. Y es porque en la tierra no es posible hallar alegría más pura, ni tesoro más rico que Jesús Sacramentado. El austero Tomás descubre una razón entrañablemente añadida a los motivos por los que Jesús decidió quedarse en el Pan. «Conviene también a la caridad de Cristo», explica, «porque es propio de la amistad como dice el Filósofo, “convivir con los amigos”». Sí, también para Jesús es consoladora nuestra compañía: el amigo se alegra con la presencia del amigo.

El cardenal Giovanni Coppa, quien fuera nuncio apostólico en Chequia, recuerda un episodio de la estancia de san Juan Pablo II en Praga el año 1995:

«La primera noche, después de la llegada y la cena con los obispos, se dirigió a la capilla ante el Santísimo. Yo le acompañé, esperando fuera. Al día siguiente, por la tarde, no pude acompañarlo a la capilla, a causa de compromisos y llamadas urgentes. Llegué después, cuando ya estaba arrodillado. Antes de entrar escuché una especie de música que no se distinguía, y cuando abrí silenciosamente la puerta escuché que, arrodillado en el banco, cantaba en voz baja ante el sagrario. El Papa cantaba en voz baja ante Jesús Eucaristía: El Papa y Cristo en la Hostia, Pedro y Cristo. Para mí fue algo muy conmovedor, una llamada muy fuerte a la fe y al amor por la Eucaristía, y a la realidad del ministerio petrino. No he olvidado jamás aquel débil canto, que era como un coloquio de amor con Cristo. Una sola vez he contado este episodio, en la República Checa, pero conviene que se conozca, mucho más ahora que se acerca su beatificación, porque muestra magníficamente que debemos tener un vínculo siempre vivo, íntimo y profundo con Jesús, vivo en la Eucaristía. Y demuestra, en grado superlativo, que Juan Pablo II fue verdaderamente un enamorado de Cristo.

Los católicos somos afortunados al tener la convicción de que entre nosotros está el Redentor, día tras día, segundo a segundo, igual que estuvo en Palestina, con su Presencia Real y verdadera, con su mirada amable y sus pies fatigados del camino, con su poder omnipotente y su infinita sed de ser correspondido.

Haz la prueba, para tu gozo y para el suyo. Gustate et videte…

 

Ricardo Sada; Consejos para la oración mental