Diumenge VI de PASQUA / B / 2021

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Lectura espiritual

  1. LOS MAGOS

La sabiduría se postra ante la fragilidad

De pronto, el astro que habían visto surgir, avanzaba hacia ellos hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver el astro, se llenaron de un gozo inmenso. Entraron en la casa, vieron al niño con su madre, María, y ECHÁNDOSE POR TIERRA, LE RINDIERON HOMENAJE. Después abrieron sus cofres y le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra. (Mt 2,9-11)

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Cuando los magos emprenden su camino, desde sus lejanas tierras de Oriente, no saben que van a adorar a un niño. ¡Para eso no hace falta viajar tan lejos! Salir en busca de lo desconocido, alentados por una promesa, es el punto de partida adecuado en los caminos del espíritu. Al principio, no puedes tenerlo todo claro.

Los magos de entonces eran personas de cultura que estudiaban lo trascendente e invisible, lo misterioso. Siempre miraban a lo alto, que es tanto como decir dentro: buscaban el cielo algunas claves que les ayudasen a entender la tierra. Los magos representan la búsqueda espiritual de todos los pueblos. Necesitamos del forastero para llegar juntos a la vida de verdad. Entender estas palabras bastaría para erradicar cualquier fundamentalismo.

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En cuanto están ante el Niño, los magos lo reconocen y exclaman: ¡Maravilla de maravillas! La sabiduría se postra ante la fragilidad y reconoce que sólo ahí está la vida. Los magos no son meros intelectuales que buscan comprender; son sabios, es decir, personas que saben ver y recibir. Son permeables, receptivos. Son vulnerables, están abiertos a la vida, en eso consiste la sabiduría.

Revestimos la iluminación de tanta solemnidad y grandilocuencia que apenas resulta creíble que suceda anta la visión de algo tan pequeño y cotidiano como un niño. Los magos son hombre de conocimiento, no reyes u hombres de poder. Por eso lo entendieron todo enseguida. Por que la iluminación no la da el poder, sino el conocimiento, el co-nacimiento.

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Todo el misterio insondable sobre el que tanto habían leído y conversado se condensa ahora, en medio de una noche silenciosa, en un recién nacido. Ése es el verdadero templo: un hombre, una mujer y su niño, el misterio de la familia.

La vida siempre está ahí, aunque pocas veces la reconocemos. Podríamos decir que María, José y Jesús están en un estado de meditación profunda, totalmente presentes: arrobados por el amor, sorprendidos por el milagro e iluminados en medio de la noche por una estrella enorme e inolvidable.

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Pensamos que nacemos bajo el signo delos astros, pero he aquí que nace un niño de quien, según se dice, depende la suerte de los astros. Éste es el mensaje: lo pequeño es espejo de lo grande y, más aún, lo determina. Toda la buena noticia se escribe, desde los comienzos, bajo el signo del grano de mostaza.

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Loas ofrendas de oro, incienso y mirra que los magos ofrecen al Niño resumen simbólicamente todo el camino espiritual. El oro simboliza que lo reconocen como hombre; el incienso que lo reconocen como Dios; la mirra, que lo reconocen como sanador.

En el primer cofre está la humanidad; en el segundo, la divinidad; en el último, el camino para ir de una a otra. Hombre, Dios y Cristo: estos son, en definitiva, los tres tesoros. Y esto es, al fin y al cabo, lo que todos nosotros buscamos: lo mundano, lo celeste y el camino de sanación que necesitamos recorrer para ir de uno a otro.

(Inspirado en el libro: Biografía de la luz, De Pablo d’Ors)